Lecciones orales de clínica quirúrgica : dadas en el hotel-Dieu de París / por el Barón Dupuytren, cirujano en gefe ; recopiladas y publicadas por los doctores Brierre de Boismont y Marx ; traducidas al castellano de la segunda edición por los profesores en Medicina y Cirugía D. Victoriano Usera, D. Mariano Ortega, D. Ildefonso Martínez y D. beito garcía de los Santos

Por: Colaborador(es): Tipo de material: TextoTextoSeries (Colección de las mejores obras de medicina)Detalles de publicación: Madrid : Imp. Militar de Don Pedro Montero, 1858Descripción: 4 v. en 2 ; 24 cmTema(s): Recursos en línea: Revisión: El barón Guillaume Dupuytren (1777-1835) fue un destacado anatomista, patólogo y cirujano del siglo XIX (miembro y presidente de la Academia de Medicina de Francia, miembro de la Academia de Ciencias, “Premier Chirurgien du Roi” (Charles X), entre muchas otras distinciones, y, por qué no señalar que una patología lleva su nombre: enfermedad de Dupuytren [Contractura de la aponeurosis palmar]. Ingresó como cirujano segundo en el Hôtel-Dieu, considerado el hospital más antiguo de París, en 1803, obteniendo el cargo por concurso y compitiendo con prestigiosos colegas de la época. En 1812 es nombrado profesor de medicina operatoria, en lugar de su predecesor Raphaël Bienvenu Sabatier, quien había fallecido el año anterior. Según algunos estudios históricos y biográficos de la Medicina, Dupuytren no fue un autor fructífero: “No escribió mucho, pero sus trabajos fueron reportados por sus alumnos y asistentes y fueron traducidos en Inglaterra y en Nueva York” (Férnandez Vázquez & Fernández Palomo, 2004, p.157). No obstante, sus publicaciones científicas, entre las que se encuentran sus famosas Memoires, dan cuenta de sus valiosos aportes a la medicina en general y la cirugía en particular. Efectivamente, las “Leçons orales de clinique chirurgicale fai-tes à l'Hôtel-Dieu de Paris”, representan una de esas obras que no fueron escritas por Dupuytren sino que constituyen una recopilación de las clases que éste impartiera en el Hôtel-Dieu, reunidas por sus estudiantes y colaboradores en dicho nosoco-mio. La primera edición en lengua francesa fue publicada en 1832 en París por la renombrada empresa editorial y comercial Germer Baillière que poseía filiales en Londres, Lyon, Leipzig y Florencia. La impresión se realizó en los talleres de Hyppolite Tillard. La responsabilidad de la recopilación de los trabajos se atribuye a una entidad indefinida (“recueillies et publiées par une Société de Médecins”). Cabe destacar que esta edición aparece en vida del maestro cirujano. La segunda versión de la obra, que edita la misma editorial en 1839 en cuatro volúmenes, presenta cambios considerables con relación a la anterior. En primer lugar, la compilación de las lecciones está bajo la responsabilidad de los doctores Brierre de Boisment y Marx según consta en la portada. Alexandre Jacques François Brierre de Boisment (1797-1881), fue uno de los discípulos de Dupuytren y alcanzaría posteriormente un reconocimiento especial como psiquiatra, siendo asiduo colaborador en la revista Annales Médico-Psychologiques y recordado especialmente en la historia de la medicina por su trabajo sobre las alucinaciones. Entre las páginas preliminares, se encuentra un breve estudio biográfico “Notice historique sur Dupuytren”. Este texto contiene in-formación sobre la vida del maestro, pero, al mismo tiempo, hace las veces de un panegírico y, en ocasiones, de una encendida apología: “Voilà donc l'homme illustre auquel des esprits jaloux ou médiocres ont reproché je ne sais quoi de hautain d'orgueilleux de dominateur de despotique et comme si celui 12que la nature a doué d'un sens exquis et sûr d'un esprit logique, lumineux hardi d'une pénétration vive d'une volonté inébran-lable n'ayait pas le sentiment de sa force et de sa supériorité...” (Dupuytren, 1839: XXI-XXII). Esta defensa se explica porque, además de un brillante cirujano, el maestro tenía una personalidad muy controvertida y apasionada que trascendía el ámbito de las ciencias médicas, pero que también se manifestaba en éstas con las repetidas controversias y polémicas con sus pares. Existen numerosos artículos que revelan este matiz de su carácter. Poynter, realiza una interesante incursión al mundo literario de Honoré de Balzac para indagar en las fuentes de inspiración de los personajes médicos que trasuntan su “La Comédie Humaine”. Para Poynter, no hay ninguna duda que el cirujano Desplein de la ficción no es otro que el Barón de Dupuytren, a quien caracterizaba admirable y lacónicamente con las siguientes palabras: “...beloved of his pupils, at once most admired as a brilliant operator and most detested as a man by his colleagues.” (Poynter, 1968, p. 8). La confirmación del carácter laudatorio de la segunda edición se encuentra en su “Introducción” rubricada por los compiladores, Drs. Brierre de Boisment y Marx, quienes luego de una extensa recorrida sobre las novedades que introdujo su maestro en la medicina de la época, sostienen: “Dar á conocer al cirujano ilustre con que se honra la Francia con justo título, tal es el fin de esta publicación...” (Dupuytren, 1858, p. XLI).Otra de las diferencias notables de la segunda edición francesa con respecto a su predecesora está vinculada con la muerte de Dupuytren, pues se publicó luego de su deceso en 1835. Es así que, a continuación del apartado “Notice historique sur Dupuytren” y previo a la introducción citada en el párrafo superior, esta edición presenta la descripción de la autopsia efectuada por algunos de sus colaboradores al Baron Dupuytren con un nivel de detalle sorprendente (Procès Verbal de L'ouverture du Corps de Dupuytren, faite le 9 février 1835 à 11 heures et demie du matin 32 heures après la mort). El maestro había manifestado en vida su deseo de que dos de sus internos en el Hôtel-Dieu, los doctores Rufz y Teissier, realizaran la inspección post-morten de su cuerpo y que varios de sus discípulos redactaran la exposición verbal de la necropsia. Entre los re-dactores se encontraba uno de los responsables de esta obra: el doctor Edmond Marx. Este escrito, además de su valor históri-co indiscutible, otorga a esta edición un dramatismo adicional que trasciende al texto científico en sí. No se pudo determinar si la inclusión de este documento forense fue una decisión de los compiladores de la obra u otro deseo de Dupuytren.Además de en Francia, las “Leçons orales de clinique chirurgi-cale faites à l'Hôtel-Dieu de Paris”, fueron publicadas en lengua original y en la misma época en Bélgica. La primera edición en 1836 por la Editorial H. Dumont en Bruselas; mientras que, la segunda edición, se editó en la misma ciudad en 1839 por la Société Encyclographique des Sciences Médicales. Esta última se da a conocer simultáneamente con su similar francesa. Por lo tanto, entre 1832 y 1839, se publicaron cuatro ediciones dentro del área europea francoparlante, lo que pone de manifiesto la aceptación de la obra, en principio, por parte de la comunidad médica gala. No obstante, ambas ediciones, fueron traducidas a otras lenguas, en especial en inglés y alemán. Es curioso que el volumen no. 1 de la primera edición alemana conocida se publicó en el mismo año que el original francés (1832) en Leipzig por la casa Baumgärtner's Buchhandlung: Dupuytren's klinisch-chirurgische Vorträge im Hôtel-Dieu zu Paris, gesammelt und herausgegeben von einem ärtzlichen Verein. Für Deutschland bearbeitet, von den DD. der Medizin Emil Bech und Rudolph Leonhardi. El segundo volumen se publicó dos años después por la misma editorial. La obra fue traducida con posterioridad al castellano. Así se llega al ejemplar que atesora el Archivo Histórico de la Universidad del Salvador (en adelante: USAL), después de las consideraciones propedéuticas realizadas hasta aquí, que se considera serán de utilidad para apreciar mejor el valor de la pieza bibliográfica que se presenta. Esta versión española de 1858 está traducida de la segunda edición francesa comentada más arriba. La traducción respeta la estructura y el contenido del original al pie de la letra. Los traductores han sido médicos y cirujanos reconocidos en los anales de la medicina española: Victoriano Usera, Mariano Ortega, Ildefonso Martínez y Benito García de los Santos. Este último, destacado tipográficamente en la portada de la obra, conjugó su amor por la medicina y la filosofía con el afán de crear una medicina filosófica, inspirada en el hombre y en su dimensión espiritual, no sólo física (Palma, 2004). García de los Santos, dejó una obra invalorable para la posteridad que ha sido objeto de estudio de sus colegas y de los investigadores de la historia de la medicina. El impresor madrileño Pedro Montero fue el responsable de la publicación. Montero, pertenece a un período de la historia del libro que, como se verá en lo sucesivo, se caracterizó por introducir cambios decisivos en el mundo editorial posterior a la Primera Revolución Industrial, cuando se pasó de una elaboración artesanal del libro a una verdadera industria editorial. Estas transformaciones imponían, amén de otra composición de los materiales y la mecanización en la manufactura del li-bro, nuevas prácticas en su distribución y comercialización. La imprenta de Pedro Montero fue muy prolífica a mediados del siglo XIX. Actualmente, la Biblioteca Nacional de España posee en su acervo bibliográfico más de 130 trabajos salidos de sus prensas. De acuerdo con la costumbre de la época, las casas editoriales solían colocar en la portada de sus trabajos su dirección postal con fines comerciales; gracias a esta práctica, se sabe que la Imprenta Militar Pedro Montero se hallaba en “Plazuela del Carmen” número 1. Este dato no es una simple curiosidad sino que permite diferenciar e identificar con precisión a una determinada imprenta en los repertorios comerciales de la época. Así, se pudo saber que la empresa de Montero figuraba en el “Anuario General del Comercio, de la Industria y de las Profesiones...” ordenado por D. Luis Marty Caballero de 1863, página 606, demostrando una presencia consolidada en el rubro. Por otra parte, Montero editaba una variedad asombrosa de formatos: carteles de corridas de toros, calendarios, textos de operas y zarzuelas, actas y documentos institucionales, discursos, colecciones de legislación, manuales, obras literarias, etc. Es obvio, por ende, que esta imprenta no se especializaba en la producción y distribución de obras de medicina, aunque en el mercado editorial de Madrid surgen en esta época iniciativas editoriales especializadas, en particular, las sociedades editoras y las librerías abocadas a comercializar publicaciones de una determinada temática; por ejemplo, la Sociedad de la “Biblioteca de Medicina y Cirugía” (Martínez Martín, 2001, p. 56) y la librería médica de Nicolás Moya (Martínez Martín, 2001, p. 458). El siglo XIX, como se ha ido adelantando en este texto, marca el comienzo de importantes cambios en el mundo editorial. En el campo de la materialidad del libro, y más precisamente en la ilustración, surge la litografía. Esta técnica permitió una mayor fidelidad del grabado al original, aumentando la calidad de la reproducción, sólo superada por el desarrollo de la fotografía hacia los decenios finales del siglo. La ilustración tuvo siempre en la historia de los soportes de la información un doble propósito: decorativo o documental. Este último recurso paratextual constituía un agregado de valor al texto en sí, suplementando, aclarando o completando su significación. Era el uso que se le daba en las obras científicas: astronomía, cartografía, arqueología, medicina (Fischer, Cossu-Ferrà Fischer & Bel, 2007), etc. En resumen, la litografía volvía más atractivos a los libros de esparcimiento y más explicativos a los de ciencia. En Francia ya se utilizaba corrientemente en 1830 en el rubro gráfico y en las bellas artes, incluida, por supuesto la ilustración en los libros. En Madrid, se inserta rápidamente en 1818, a través de José María Cardano y la creación del “Establecimiento Litográfico” dependiente del “Depósito Hidrográfico” abocado a la cartografía y las estampas (Bonet Correa, 1991). A partir de 1834, se libera el negocio de las estampas litográficas hasta entonces circunscripto al ámbito real. Hacia 1857, año previo a la publicación del libro que se reseña, existían en Madrid 43 empresas de litografía (España. Dirección General de Contribuciones, 1857, p. 143). De este breve introito a la ilustración de los libros europeos “ochentistas”, surgen algunas cuestiones intrigantes con respecto a la obra reseñada y a sus antecesoras de edición francesa: ¿por qué el cuerpo de la obra carece de ilustraciones siendo su inclusión imprescindible en los libros de esta materia, más aún, contando en la época, como se ha visto, de una técnica refinada de reproducción de imágenes como la litografía?, ¿por qué existe sólo un retrato litograb¬ado de Dupuytren en las páginas preliminares de la ve sión española, no as í en la francesa, cuando el editor Baillièr e, produjo una colección médica con provecho del recurso litográfico?, ¿la exclusión se debió a condiciones económicas, o, en principio, los destinatarios de esos cu atro volúmenes representaban un público reducido que no ten ía menester de ninguna iconografía? Más allá de estos interrogantes que se abren a otros horizontes de análisis que exceden los límites de este opúsculo, lo cierto es que la segunda edición francesa y su traducción española carecen de ilustraciones, haciendo la salvedad de algunas tablas estadísticas descriptivas de caso s médicos tratados en el Hôtel-Dieu y del ya aludido retrato de Dupuytren ubicado en la contraportada de la edición española, retrato procedente de la “Tipografía Nueva” de la calle Caballero de Gracia no. 22 de Madrid. Los volúmenes primero y segundo de la versión española pertenecientes a la Colección Albanese del Archivo Histórico de la USAL no presentan anotaciones marginales, ni subrayados, lo que sugiere una actitud circunspecta de sus antiguos propietarios frente a las enseñanzas de un maestro admirado.
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Monografías Monografías Biblioteca Histórica ALBANESE E3-MP21 (Navegar estantería(Abre debajo)) v. 1 ej.1 Consulta condicionada Colección Albanese.
Monografías Monografías Biblioteca Histórica ALBANESE E3-MP22 (Navegar estantería(Abre debajo)) v.3 ej.1 Consulta condicionada Donación Dres. Albanese.

Incluido en Huellas en papel Año 2 No 3 (2013) Reg. 1.

El barón Guillaume Dupuytren (1777-1835) fue un destacado anatomista, patólogo y cirujano del siglo XIX (miembro y presidente de la Academia de Medicina de Francia, miembro de la Academia de Ciencias, “Premier Chirurgien du Roi” (Charles X), entre muchas otras distinciones, y, por qué no señalar que una patología lleva su nombre: enfermedad de Dupuytren [Contractura de la aponeurosis palmar]. Ingresó como cirujano segundo en el Hôtel-Dieu, considerado el hospital más antiguo de París, en 1803, obteniendo el cargo por concurso y compitiendo con prestigiosos colegas de la época. En 1812 es nombrado profesor de medicina operatoria, en lugar de su predecesor Raphaël Bienvenu Sabatier, quien había fallecido el año anterior. Según algunos estudios históricos y biográficos de la Medicina, Dupuytren no fue un autor fructífero: “No escribió mucho, pero sus trabajos fueron reportados por sus alumnos y asistentes y fueron traducidos en Inglaterra y en Nueva York”
(Férnandez Vázquez & Fernández Palomo, 2004, p.157). No obstante, sus publicaciones científicas, entre las que se encuentran sus famosas Memoires, dan cuenta de sus valiosos aportes a la medicina en general y la cirugía en particular. Efectivamente, las “Leçons orales de clinique chirurgicale fai-tes à l'Hôtel-Dieu de Paris”, representan una de esas obras que no fueron escritas por Dupuytren sino que constituyen una recopilación de las clases que éste impartiera en el Hôtel-Dieu, reunidas por sus estudiantes y colaboradores en dicho nosoco-mio. La primera edición en lengua francesa fue publicada en 1832 en París por la renombrada empresa editorial y comercial Germer Baillière que poseía filiales en Londres, Lyon, Leipzig y Florencia. La impresión se realizó en los talleres de Hyppolite Tillard. La responsabilidad de la recopilación de los trabajos se atribuye a una entidad indefinida (“recueillies et publiées par une Société de Médecins”). Cabe destacar que esta edición aparece en vida del maestro cirujano. La segunda versión de la obra, que edita la misma editorial en 1839 en cuatro volúmenes, presenta cambios considerables con relación a la anterior. En primer lugar, la compilación de las lecciones está bajo la responsabilidad de los doctores Brierre de Boisment y Marx según consta en la portada. Alexandre Jacques François Brierre de Boisment (1797-1881), fue uno de los discípulos de Dupuytren y alcanzaría posteriormente un reconocimiento especial como psiquiatra, siendo asiduo colaborador en la revista Annales Médico-Psychologiques y recordado especialmente en la historia de la medicina por su trabajo sobre las alucinaciones. Entre las páginas preliminares, se encuentra un breve estudio biográfico “Notice historique sur Dupuytren”. Este texto contiene in-formación sobre la vida del maestro, pero, al mismo tiempo, hace las veces de un panegírico y, en ocasiones, de una encendida apología: “Voilà donc l'homme illustre auquel des esprits jaloux ou médiocres ont reproché je ne sais quoi de hautain d'orgueilleux de dominateur de despotique et comme si celui 12que la nature a doué d'un sens exquis et sûr d'un esprit logique, lumineux hardi d'une pénétration vive d'une volonté inébran-lable n'ayait pas le sentiment de sa force et de sa supériorité...” (Dupuytren, 1839: XXI-XXII). Esta defensa se explica porque, además de un brillante cirujano, el maestro tenía una personalidad muy controvertida y apasionada que trascendía el ámbito de las ciencias médicas, pero que también se manifestaba en éstas con las repetidas controversias y polémicas con sus pares. Existen numerosos artículos que revelan este matiz de su carácter. Poynter, realiza una interesante incursión al mundo literario de Honoré de Balzac para indagar en las fuentes de inspiración de los personajes médicos que trasuntan su “La Comédie Humaine”. Para Poynter, no hay ninguna duda que el cirujano Desplein de la ficción no es otro que el Barón de Dupuytren, a quien caracterizaba admirable y lacónicamente con las siguientes palabras: “...beloved of his pupils, at once most admired as a brilliant operator and most detested as a man by his colleagues.” (Poynter, 1968, p. 8). La confirmación del carácter laudatorio de la segunda edición se encuentra en su “Introducción” rubricada por los compiladores, Drs. Brierre de Boisment y Marx, quienes luego de una extensa recorrida sobre las novedades que introdujo su maestro en la medicina de la época, sostienen: “Dar á conocer al cirujano ilustre con que se honra la Francia con justo título, tal es el fin de esta publicación...” (Dupuytren, 1858, p. XLI).Otra de las diferencias notables de la segunda edición francesa con respecto a su predecesora está vinculada con la muerte de Dupuytren, pues se publicó luego de su deceso en 1835. Es así que, a continuación del apartado “Notice historique sur Dupuytren” y previo a la introducción citada en el párrafo superior, esta edición presenta la descripción de la autopsia efectuada por algunos de sus colaboradores al Baron Dupuytren con un nivel de detalle sorprendente (Procès Verbal de L'ouverture du Corps de Dupuytren, faite le 9 février 1835 à 11 heures et demie du matin 32 heures après la mort). El maestro había manifestado en vida su deseo de que dos de sus internos en el Hôtel-Dieu, los doctores Rufz y Teissier, realizaran la inspección post-morten de su cuerpo y que varios de sus discípulos redactaran la exposición verbal de la necropsia. Entre los re-dactores se encontraba uno de los responsables de esta obra: el doctor Edmond Marx. Este escrito, además de su valor históri-co indiscutible, otorga a esta edición un dramatismo adicional que trasciende al texto científico en sí. No se pudo determinar si la inclusión de este documento forense fue una decisión de los compiladores de la obra u otro deseo de Dupuytren.Además de en Francia, las “Leçons orales de clinique chirurgi-cale faites à l'Hôtel-Dieu de Paris”, fueron publicadas en lengua original y en la misma época en Bélgica. La primera edición en 1836 por la Editorial H. Dumont en Bruselas; mientras que, la segunda edición, se editó en la misma ciudad en 1839 por la Société Encyclographique des Sciences Médicales. Esta última se da a conocer simultáneamente con su similar francesa. Por lo tanto, entre 1832 y 1839, se publicaron cuatro ediciones dentro del área europea francoparlante, lo que pone de manifiesto la aceptación de la obra, en principio, por parte de la comunidad médica gala. No obstante, ambas ediciones, fueron traducidas a otras lenguas, en especial en inglés y alemán. Es curioso que el volumen no. 1 de la primera edición alemana conocida se publicó en el mismo año que el original francés (1832) en Leipzig por la casa Baumgärtner's Buchhandlung: Dupuytren's klinisch-chirurgische Vorträge im Hôtel-Dieu zu Paris, gesammelt und herausgegeben von einem ärtzlichen Verein. Für Deutschland bearbeitet, von den DD. der Medizin Emil Bech und Rudolph Leonhardi. El segundo volumen se publicó dos años después por la misma editorial. La obra fue traducida con posterioridad al castellano. Así se llega al ejemplar que atesora el Archivo Histórico de la Universidad del Salvador (en adelante: USAL), después de las consideraciones propedéuticas realizadas hasta aquí, que se considera serán de utilidad para apreciar mejor el valor de la pieza bibliográfica que se presenta. Esta versión española de 1858 está traducida de la segunda edición francesa comentada más arriba. La traducción respeta la estructura y el contenido del original al pie de la letra. Los traductores han sido médicos y cirujanos reconocidos en los anales de la medicina española: Victoriano Usera, Mariano Ortega, Ildefonso Martínez y Benito García de los Santos. Este último, destacado tipográficamente en la portada de la obra, conjugó su amor por la medicina y la filosofía con el afán de crear una medicina filosófica, inspirada en el hombre y en su dimensión espiritual, no sólo física (Palma, 2004). García de los Santos, dejó una obra invalorable para la posteridad que ha sido objeto de estudio de sus colegas y de los investigadores de la historia de la medicina. El impresor madrileño Pedro Montero fue el responsable de la publicación. Montero, pertenece a un período de la historia del libro que, como se verá en lo sucesivo, se caracterizó por introducir cambios decisivos en el mundo editorial posterior a la Primera Revolución Industrial, cuando se pasó de una elaboración artesanal del libro a una verdadera industria editorial. Estas transformaciones imponían, amén de otra composición de los materiales y la mecanización en la manufactura del li-bro, nuevas prácticas en su distribución y comercialización. La imprenta de Pedro Montero fue muy prolífica a mediados del siglo XIX. Actualmente, la Biblioteca Nacional de España posee en su acervo bibliográfico más de 130 trabajos salidos de sus prensas. De acuerdo con la costumbre de la época, las casas editoriales solían colocar en la portada de sus trabajos su dirección postal con fines comerciales; gracias a esta práctica, se sabe que la Imprenta Militar Pedro Montero se hallaba en “Plazuela del Carmen” número 1. Este dato no es una simple curiosidad sino que permite diferenciar e identificar con precisión a una determinada imprenta en los repertorios comerciales de la época. Así, se pudo saber que la empresa de Montero figuraba en el “Anuario General del Comercio, de la Industria y de las Profesiones...” ordenado por D. Luis Marty Caballero de 1863, página 606, demostrando una presencia consolidada en el rubro. Por otra parte, Montero editaba una variedad asombrosa de formatos: carteles de corridas de toros, calendarios, textos de operas y zarzuelas, actas y documentos institucionales, discursos, colecciones de legislación, manuales, obras literarias, etc. Es obvio, por ende, que esta imprenta no se especializaba en la producción y distribución de obras de medicina, aunque en el mercado editorial de Madrid surgen en esta época iniciativas editoriales especializadas, en particular, las sociedades editoras y las librerías abocadas a comercializar publicaciones de una determinada temática; por ejemplo, la Sociedad de la “Biblioteca de Medicina y Cirugía” (Martínez Martín, 2001, p. 56) y la librería médica de Nicolás Moya (Martínez Martín, 2001, p. 458). El siglo XIX, como se ha ido adelantando en este texto, marca el comienzo de importantes cambios en el mundo editorial. En el campo de la materialidad del libro, y más precisamente en la ilustración, surge la litografía. Esta técnica permitió una mayor fidelidad del grabado al original, aumentando la calidad de la reproducción, sólo superada por el desarrollo de la fotografía hacia los decenios finales del siglo. La ilustración tuvo siempre en la historia de los soportes de la información un doble propósito: decorativo o documental. Este último recurso paratextual constituía un agregado de valor al texto en sí, suplementando, aclarando o completando su significación. Era el uso que se le daba en las obras científicas: astronomía, cartografía, arqueología, medicina (Fischer, Cossu-Ferrà Fischer & Bel, 2007), etc. En resumen, la litografía volvía más atractivos a los libros de esparcimiento y más explicativos a los de ciencia. En Francia ya se utilizaba corrientemente en 1830 en el rubro gráfico y en las bellas artes, incluida, por supuesto la ilustración en los libros. En Madrid, se inserta rápidamente en 1818, a través de José María Cardano y la creación del “Establecimiento Litográfico” dependiente del “Depósito Hidrográfico” abocado a la cartografía y las estampas (Bonet Correa, 1991). A partir de 1834, se libera el negocio de las estampas litográficas hasta entonces circunscripto al ámbito real. Hacia 1857, año previo a la publicación del libro que se reseña, existían en Madrid 43 empresas de litografía (España. Dirección General de Contribuciones, 1857, p. 143). De este breve introito a la ilustración de los libros europeos “ochentistas”, surgen algunas cuestiones intrigantes con respecto a la obra reseñada y a sus antecesoras de edición francesa: ¿por qué el cuerpo de la obra carece de ilustraciones siendo su inclusión imprescindible en los libros de esta materia, más aún, contando en la época, como se ha visto, de una técnica refinada de reproducción de imágenes como la litografía?, ¿por qué existe sólo un retrato litograb¬ado de Dupuytren en las páginas preliminares de la ve sión española, no as í en la francesa, cuando el editor Baillièr e, produjo una colección médica con provecho del recurso litográfico?, ¿la exclusión se debió a condiciones económicas, o, en principio, los destinatarios de esos cu atro volúmenes representaban un público reducido que no ten ía menester de ninguna iconografía? Más allá de estos interrogantes que se abren a otros horizontes de análisis que exceden los límites de este opúsculo, lo cierto es que la segunda edición francesa y su traducción española carecen de ilustraciones, haciendo la salvedad de algunas tablas estadísticas descriptivas de caso s médicos tratados en el Hôtel-Dieu y del ya aludido retrato de Dupuytren ubicado en la contraportada de la edición española, retrato procedente de la “Tipografía Nueva” de la calle Caballero de Gracia no. 22 de Madrid.
Los volúmenes primero y segundo de la versión española pertenecientes a la Colección Albanese del Archivo Histórico de la USAL no presentan anotaciones marginales, ni subrayados, lo que sugiere una actitud circunspecta de sus antiguos propietarios frente a las enseñanzas de un maestro admirado.

Exhibido en: "60 años de la USAL. 60 tesoros en papel" desde mayo de 2016.

La biblioteca posee solamente los v. 1 y 3.


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